Truyen3h.Co

Hot Nerd Fayeyoko

Yoko no era una mujer que perdiera el control con facilidad. Siempre había sabido lo que quería, y más importante aún, cómo conseguirlo. Pero desde el beso con Faye —desde aquella revelación de que la nerd no era tan inocente como parecía— algo en su mundo dejó de responder con la lógica habitual.

Estaba nerviosa. Lo reconocía mientras se miraba al espejo del baño de su apartamento, arreglando su cabello por tercera vez. El top negro que había elegido no era demasiado obvio, pero dejaba ver su clavícula, y eso siempre funcionaba. El pantalón de tela ajustado resaltaba sus curvas sin rozar lo vulgar. Había equilibrio en su apariencia... Pero en su interior, un caos palpitaba.

Faye iba a venir. Iban a "estudiar" para un examen de teoría política moderna. Yoko había usado esa excusa porque quería verla otra vez, porque necesitaba escuchar su voz, su sarcasmo filoso, y sobre todo... Porque no podía sacarse de la cabeza el sabor de sus labios.

Cuando el timbre sonó, Yoko sintió un escalofrío recorrerle la columna. Abrió la puerta con la mejor sonrisa que pudo fingir, pero esa sonrisa se desmoronó cuando la vio.

Faye estaba preciosa. Camiseta blanca, jeans rotos y el cabello suelto acompañado de una gorra azul. Sus gafas colgaban de su camisa y llevaba una mochila repleta de libros en su espalda.

─¿Lista para una noche intensa? ─preguntó con una ceja alzada.

Yoko sintió que esa frase era una provocación disfrazada de inocencia.

─Siempre ─respondió, haciéndose a un lado para dejarla pasar.

Se acomodaron en la sala. Libros abiertos, cuadernos esparcidos. Al principio, la conversación fue académica. Hablaron de Hobbes, de Foucault, de la estructura del poder en la modernidad líquida. Pero cada vez que Faye hablaba, Yoko se perdía observándola, la forma en que sus dedos pasaban las páginas, la manera en que fruncía el ceño al explicar un concepto, cómo su lengua humedecía sus labios antes de responder una pregunta complicada.

En algún punto, Yoko dejó de escuchar. Solo miraba.

─No estás prestando atención ─dijo Faye, cerrando el libro de golpe─. ¿Te aburro?

Yoko la sostuvo con la mirada.

─Me distraes. Que es muy distinto.

Faye dejó escapar una risa nasal, como si estuviera entre divertida y escéptica.

─¿Otra frasecita de tu catálogo?

─No ─dijo Yoko, inclinándose hacia ella─. Esto es solo yo siendo honesta. Me estás matando, Faye Malisorn.

Faye la miró con esos ojos oscuros que sabían más de lo que decían. Luego se acomodó, cruzó las piernas y sostuvo la mirada sin pestañear.

─¿Y qué vas a hacer al respecto?

La pregunta quedó suspendida en el aire. Era un desafío.

Yoko se acercó, apoyando una mano en el respaldo del sofá, justo al lado del hombro de Faye. Su otra mano se posó en su rodilla desnuda.

─Quiero tocarte desde la primera vez que te vi leyendo sola en la biblioteca. Quiero lamer el conocimiento de tu piel. Quiero que digas mi nombre con esa voz tan tuya, pero esta vez... Por razones que no tienen nada que ver con un ensayo.

Faye tragó saliva, pero no se movió.

─¿Y qué te detiene?

Yoko se detuvo a centímetros de sus labios.

─Solo una cosa.

─¿Cuál?

─Quiero que seas tú quien dé el siguiente paso.

Faye parpadeo un poco sorprendida y chilló cuando fue empujada sobre el asiento. Yoko cayó sobre el sofá con una risa suave, pero apenas tuvo tiempo de acomodarse antes de que Faye se inclinara sobre ella, sujetándola por la cintura con firmeza. Sus labios la buscaron sin vacilar, con un deseo encendido que quemaba en cada roce. El beso fue profundo, intenso, lleno de una pasión que no pedía permiso. Faye la guiaba con maestría, dominando el ritmo, atrapando los suspiros de Yoko entre embestidas suaves de su lengua. Sus manos se deslizaron por su costado, marcando cada curva como si le perteneciera, mientras Yoko se rendía, completamente perdida en el calor del momento.

Cuando se separaron, Yoko estaba sin aliento.

─¿Desde cuándo...? ─murmuró, aún temblando.

Faye pasó sus piernas por encima de las contrarias, quedando encima de ella.

─Desde siempre, Yoko ─susurró en su oído─. Solo estaba esperando a que dejaras de jugar y empezaras a rogar.

Yoko gimió ante esa frase, y supo que había perdido. Que ya no tenía el control. Que lo había entregado felizmente a la mujer sobre ella.

Yoko no supo en qué momento perdió la compostura. Quizá fue cuando Faye la empujó con suavidad, con esa mezcla de ternura y dominio que descolocaba todas sus defensas. O tal vez fue cuando sus labios se encontraron con su cuello y la besaron con una lentitud calculada, como si conociera cada uno de sus puntos débiles sin necesidad de haberlos explorado antes.

Estaba debajo de ella, por primera vez vulnerable, sintiendo cómo el mundo se encogía a ese sofá, a ese instante, a esas manos que la tocaban con una mezcla perfecta de dulzura y deseo salvaje.

─No creas que me engañaste con tu juego de seducción ─murmuró Faye contra su piel─. Siempre supe lo que querías de mí, Yoko. Siempre supe lo que tú necesitabas que hiciera...

Yoko arqueó la espalda cuando una mano cálida se coló bajo su blusa. Faye no se apresuraba. No era torpe ni insegura. Se movía como si supiera exactamente qué hacer, como si llevara tiempo imaginándolo todo. Y eso hizo que Yoko se sintiera deseada de una forma distinta. No solo como un trofeo, sino como un misterio que Faye había empezado a descifrar con la boca, con las manos, con cada gemido que provocaba sin piedad.

─No te imaginaba así... ─susurró Yoko, con la voz temblando.

─¿Así cómo?

─Tan segura y tan malditamente sensual.

Faye sonrió, y esa sonrisa fue un arma de doble filo. Porque en el momento en que se sentó a horcajadas sobre Yoko, quitándose la camiseta con una lentitud casi cruel, la reina de la universidad comprendió que había subestimado completamente a esa "nerd".

La piel de Faye era de un tono marfil que brillaba bajo la tenue luz del apartamento. Llevaba un sujetador de encaje oscuro que contrastaba con su imagen habitual. Y cuando se inclinó, dejando que sus pechos rozaran el pecho de Yoko, esta soltó un gemido gutural que la dejó avergonzada y encendida al mismo tiempo.

─¿Quieres que pare? ─preguntó Faye, rozando su boca contra la de ella sin besarla.

─Dios, no ─susurró Yoko─. Por favor, no.

Esa súplica pareció encender una chispa en Faye. Se deshizo de la blusa de Yoko, la besó por todo el cuello, bajó hasta su clavícula, hasta el centro de su pecho, mientras las manos de Yoko temblaban al acariciar su espalda. Cuando la boca de Faye atrapó un pezón a través del encaje, Yoko apretó los muslos con fuerza, sintiendo una humedad desesperante entre sus piernas.

─Me vas a matar ─jadeó la morena.

Los pantalones cayeron al suelo. Las prendas íntimas quedaron enredadas en algún rincón. Y cuando Faye bajó por su cuerpo, besándola, lamiéndola, adorándola sin apuro, Yoko pensó que nunca había sentido algo así. Nadie la había tocado con tanto deseo y a la vez con tanta devoción. Como si Faye la hubiera deseado en secreto por años, y ahora no quisiera perder ni un segundo de placer.

Las manos de Faye recorrían los muslos de Yoko con una lentitud tortuosa, provocadora. Cada roce era fuego líquido sobre su piel, dejando una estela ardiente que se deshacía en escalofríos. Faye reía, divertida, cuando un jadeo escapó de los labios de Yoko al sentir cómo la otra le estiraba uno de los pezones con una pizca de crueldad juguetona.

─No te burles de mí ─gruñó Yoko, fingiendo molestia, aunque su cuerpo ya ardía de deseo.

─¿Tan sensible estás, cariño? ─replicó Faye con una sonrisa arrogante, esa que a Yoko le daban ganas de arrancar con los dientes.

─Maldita egocéntrica ─espetó la reina del campus, con voz rasposa.

─¿Qué pasa? ¿Estás muy desesperada porque esta nerd te coma el coño?

La vulgaridad cayó como un látigo en la entrepierna de Yoko. Ardió de vergüenza, girando el rostro para evitar su mirada burlona, mientras el rubor se extendía desde su cuello hasta explotar en sus mejillas.

─Vamos, dímelo ─susurró Faye, acercándose a su oído─. Quiero oírte decirlo. Que te mueres porque esta nerd te haga gemir.

─Eres una perra ─bufó Yoko.

─No más que tú.

Yoko abrió la boca con indignación y, sin pensarlo, le golpeó el hombro. No fue fuerte, pero bastó para encender una chispa entre ambas.

─¿Ah, sí? ─Yoko sonrió de lado, felina, peligrosa. Se incorporó sobre los antebrazos y, con un movimiento inesperado, la tomó del cabello y la atrajo con fuerza hasta que sus labios quedaron a milímetros. Faye abrió los ojos, sorprendida, justo antes de que Yoko los aplastara con los suyos en un beso demandante, violento, suyo.

No le dio tiempo de pensar, ni de respirar. Se abrió paso en su boca como si le perteneciera. Su lengua rozó el labio inferior de Faye con lujuria, antes de invadirla por completo. Faye respondió como pudo, ya rendida, ya suya.

Cuando se separaron, los labios de la nerd estaban hinchados, húmedos. Su respiración era errática, sus ojos brillaban con deseo y rendición.
Yoko rió suavemente al verla así.

─Sabes, Faye... Tienes razón. Soy una perra ─susurró mientras acariciaba su mandíbula─. Y esta perra quiere que calmes el maldito infierno que tiene entre las piernas. Quiero que lo hagas tan jodidamente bien que no pueda caminar mañana. ¿Entendido?

Faye soltó un chillido suave al sentir cómo la mano de Yoko se cerraba alrededor de su cuello, firme, sin hacer daño, pero dejando claro de quién era el juego ahora.

─S-Sí... Entendido ─gimió, temblorosa.

─Bien ─sonrió Yoko, maliciosa─. Sé una buena nerd... Y cumple con lo pedido.

Faye tragó saliva. Sus ojos, oscuros y hambrientos, se clavaron en Yoko con una intensidad nueva. La escaneó sin prisa, como si quisiera grabar cada línea de su rostro, cada sombra de deseo en su piel.

Yoko frunció el ceño, confundida por aquella mirada tan profunda. Pero antes de que pudiera decir algo, Faye la besó.

No fue un beso suave. Fue lleno de fuera y posesión. Yoko apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir su espalda hundirse en el sofá, mientras las manos de Faye tomaban el control.

La levantó con fuerza, posicionando sus muslos sobre sus hombros. La abrió sin pedir permiso, sin cortesía, sin pausa. Sus ojos, ahora tan oscuros como la noche, la devoraron desde abajo.

─Hay algo que tú no sabes, Yoko ─dijo Faye con voz ronca─. Desde el primer día que te vi en clase de economía, con esa actitud de abeja reina arrogante, me hice una promesa.

─¿Qué promesa? ─jadeó Yoko.

─Que un día te tendría así. Debajo de mí. Abierta. Rogando porque esta nerd insignificante te coma el coño.

El cuerpo de Yoko se estremeció. En la voz de Faye no había dulzura, solo deseo real, salvaje, y devastador.

La habitación parecía contener la respiración.

Sus piernas temblaban, abiertas, expuestas, entregadas. Faye se abrió paso entre sus muslos con una determinación que le robaba el aire. Ya no era una nerd tímida ni torpe, era una mujer peligrosa. Feroz y sexy de una forma tan auténtica que Yoko se sintió pequeña, vulnerable, y eso la encendió más.

─Mírame ─ordenó Faye con voz grave, sujetándola de las caderas para acercarla─. Quiero verte cuando te haga venir. Quiero que grabes este momento en tu maldita cabeza de reina arrogante, para que sepas quién te tiene así.

Cuando la lengua de Faye finalmente se encontró con su centro, Yoko gritó. El sonido rebotó por las paredes y se mezcló con los jadeos, con el eco de la respiración entrecortada, con el temblor de sus muslos alrededor del rostro de la mayor.

Su lengua era descarada, brutal, precisa. Lenta al principio, como si saboreara su desesperación, luego más rápida, más profunda. Yoko se arqueó. Gritó. Su cuerpo temblaba.

─Eso es, nena... Gime para mí ─ronroneó Faye contra su centro─. Que se escuche bien claro lo desesperada que estás.

Dos dedos la penetraron sin aviso, sacándole un grito ahogado. Yoko estaba empapada, su cuerpo pedía más de ella y Faye no paraba de entrar con firmeza, dando justo en el blanco una y otra vez.

─¿Lo sientes? ─jadeó─. ¿Sientes cómo te follo con mis dedos mientras te devoro? Estás tan mojada, Yoko... Estás hecha para esto.

─F-Faye... Joder... No pares... Por favor...

─¿Quién te tiene así, Yoko? ─preguntó con tono firme.

─T-Tú...

─No te oigo.

─¡Tú! ¡Tú me tienes así, maldita nerd!

Faye rió. Su carcajada gutural la estremeció aún más. El sonido, sumado al chupeteo obsceno y los dedos curvándose dentro de ella, fue demasiado.

─Vente para mí, Yoko. Vamos. Quiero ver cómo se viene la reina del campus por una nerd como yo. Hazlo.

Y lo hizo.

Yoko se sacudió violentamente. Gritó su nombre y se arqueó como si su alma escapara por su boca con un gemido largo y pronunciado. Sus ojos se humedecieron y una que otra lágrima escapó de sus ojos antes la oleada de placer. Su cuerpo se vació por completo en la boca y dedos de la mayor.

Faye la sostuvo, jadeando, aún con la boca brillando con su sabor.

─Eso fue... ─balbuceó Yoko, sin poder formar frases.

─Eso fue solo el principio ─susurró Faye, besándola con suavidad─. Porque esta nerd no planea dejarte ir... No ahora que sé lo fácil que es hacerte rogar.

─Maldita... ─musitó Yoko con una sonrisa temblorosa, escondiendo su rostro en el cuello de Faye.

Y por primera vez, en mucho tiempo, no se sintió como una reina. Se sintió completa en sus brazos. Completamente suya.

─Eres mía ahora, ¿Sabes? ─susurró.

Yoko, aún recuperando el aliento, la miró a los ojos y sonrió.

─Siempre lo fui.

Esa noche, Yoko se durmió con el aroma de Faye en su cuerpo, con las piernas aún temblando y el corazón latiendo desbocado. Pero el descanso no fue plácido, fue revelador. Pues, soñó con ella otra vez.

Pero esta vez, Faye no estaba vestida como una "nerd". No había gafas ni libros. Era pura piel, puro fuego. En el sueño, Faye se arrastraba por la cama hasta quedar entre sus piernas, la miraba con esos ojos oscuros que prometían más de lo que Yoko creía poder soportar y la tomaba. Con hambre, con poder, con una intensidad tan real que Yoko se despertó empapada, con un gemido atorado en la garganta y las sábanas enredadas entre sus muslos.

Era oficial.

Yoko Lertprasert ya no tenía el control.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen3h.Co